Bienestar

En la página salud empezamos definiendo que la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones ó enfermedades.

Recalcamos qué implica "un estado de completo bienestar físico , mental y social". Un estado es una situación real y presente que implica presencia y define el principal atributo, aquí y ahora, de la realidad de un individuo. Al decir que este estado (el estado de bienestar) de salud implica a su vez ausencia de enfermedades y afecciones se entiende la percepción de la vivencia de seguridad y tranquilidad que proporciona este estado a nivel físico, mental y social.

A nivel físico bienestar crea la idea de sentimiento del cuerpo físico en equilibrio, estable, sin afecciones y que, acompañado de bienestar mental, lo que implica este estado en los distintos cuerpos que definen la esencia espiritual del ser humano, induce a experimentar una calma emocional y paz que aporta una lógica en el entendimiento del yo y mi entorno (tal cual decía Ortega y Gasset con " yo soy yo y mis circunstancias), que ayuda a crear una realidad de abundancia que nos proporciona, ese estado, presente y real, el tener nuestras necesidades cubiertas y por tanto el campo material (dinero, alimento, higiene, placer, abrigo) totalmente y fácilmente accesibles según exigencia del momento particular en el que tal necesidad aparece.

Por tanto el bien material es de forma inherente, clave para ese estado de bienestar que define la esencia de vivir saludablemente-

Llegados a este punto, debemos hablar de la comunicación natural de los distintos campos energéticos que mencionamos en la página equilibrio de este blog, necesitamos poner en discusión la necesidad de educar en la infancia, adolescencia y luego en la FP o/y universidad. ¿Cómo favorecemos un bienestar en los años adultos en nuestros jóvenes con la educación? Por algo hay que empezar, el ser humano tiende a copiar conductas, ideas y opinión según el entorno y por afinidad de la vibración de estas pautas conductuales con su armonía y equilibrio emocional que en cada momento desempeña. 

Cuando se está formando la personalidad del individuo, más fácil de ser influenciado está y el compromiso social para que de forma responsable seamos conscientes de la necesidad de mostrar en todo momento un equilibrio e inteligencia emocionales, en nuestro día a día, dado la inherente influencia en nuestro entorno social que cada uno tiene, en mayor o menor medida, debe ser aceptado y la consecuente manifestación de nuestra forma de ser debe ser correcta de forma natural. ¿Cómo lo hacemos? En una sociedad ideal no cabe esta discusión y sí premiarnos por este hecho, pero la sociedad no es ideal, y así como hay quienes son referente ideal en su entorno social, hay quien no lo es ó es pernicioso. 

Luego empezar por una educación obligatoria hasta el bachiller, y facilitar la escolarización 100% entre FP y universidad debería ser un reto social para todos, excepcionalmente la clase política. Con una educación donde se premie no sólo los conocimientos y competencias, sino también conductas de asimilación de la igualdad, libertad, comprensión de distintas formas de pensar, de cultura, de religión, de sexo y la posibilidad de entender la necesidad de equilibrio emocional y bienestar particular en todo momento de la vida independientemente del entorno en donde te encuentras.

La necesidad de entender el ser humano y su estructura espiritual (ver óctuple sendero) debería ser importante para entender las razones de los desequilibrios sociales y económicos en la sociedad de este país y cómo es esta realidad en otros países menos favorecidos en este particular, lo que abre la discusión de estudiar una economía financiera saludable en el hogar propio y entender detalles de la economía de un país, debe ser clave para que los conceptos de salud y equilibrio emocional individual y social hagan entender que conceptos como la avaricia, la ira, la envidia, la gula, la lujuria (ver conducta sexual), la soberbia y también la pereza pueden ayudar a que los excesos en el comportamiento personal que derivan en estos conceptos morales-religiosos crean unos desequilibrios que a modo individual o social rompen el natural estado de bienestar individual y social (por extensión) que una sociedad sana e ideal requiere. 

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