El Concordato de 1801 entre la Francia napoleónica y el Papado supuso la reconciliación, después de los intensos conflictos de la época revolucionaria. Aún así, el papado siguió resistiéndose a los cambios revolucionarios en Europa y al triunfo del liberalismo, la libertad de pensamiento y la separación entre el Estado y la Iglesia. Esa sería la postura de Roma durante el siglo XIX, aunque con León XIII hubo importantes cambios en relación con la posición de la Iglesia hacia los nuevos tiempos.
El liberalismo se define como una actitud que, en lo social, propugna la libertad y la tolerancia en la vida de una sociedad. Es además una doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos.
En el año 1846 fue elegido papa Pío IX. Los católicos más aperturistas aplaudieron esta elección porque el nuevo pontífice parecía reformista y no se había significado especialmente contra el liberalismo. Aún así, defendió la soberanía de los Estados Pontificios frente al proceso de unificación italiana. Esta política provocó que los nacionalistas italianos le consideraran un enemigo. Además, el papado condenó los progresos científicos del siglo, como fue el caso del darwinismo y planteó como alternativa un rearme de la presencia de lo sobrenatural, a través de la promoción de la devoción a los santos y de las apariciones de la Virgen, como fue el caso de la de Lourdes. En la encíclica Syllabus Errorum de 1864, Pío IX declaraba que era erróneo que el pontífice pudiera y debiera reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna.
En 1870 se inauguró en Roma el Concilio Vaticano I, convocado por Pío IX. El transcurso del Concilio fue agitado porque el estallido de la guerra franco-prusiana afectó a las sesiones y, por fin, la ocupación de Roma por las tropas del Piamonte obligó a suspenderlo definitivamente. Las expectativas creadas en torno al Concilio en relación a que podría adecuar la Iglesia a los cambios políticos, ideológicos y sociales producidos en el siglo XIX se frustraron. En el Concilio se aprobó el dogma de la infalibilidad del papa, es decir, la imposibilidad de que cometiera un error, ya que el Espíritu Santo iluminaba al pontífice cuando se pronunciaba sobre las verdades fundamentales de la religión católica. Pero, también, es cierto que algunos teólogos consideraron que la infalibilidad era contraproducente en las relaciones entre la Iglesia y los Estados.
En el año 1878 fue elegido papa León XII. En lo político se negó a aceptar la nueva situación italiana y exigió el reconocimiento de su soberanía sobre Roma. Esta postura contra el nuevo reino de Italia duró hasta 1929 cuando la Iglesia y el gobierno de Mussolini firmaron el Tratado de Letrán, por el que se creó el estado del Vaticano. El gran éxito diplomático del nuevo pontífice fue conseguir que Bismarck suavizara y terminara con la kulturkampf, es decir, la política contraria la Iglesia Católica en Alemania. En relación con Francia, el papa aconsejó a los católicos que colaborasen y aceptaran la III República, aunque esto no hizo cambiar la política laica de los republicanos. En 1885 publicó la encíclica en la que afirmaba que la Iglesia no se podía ligar a ninguna forma de gobierno, lo que suponía un cambio en la posición tradicional de la Iglesia.
León XIII intentó establecer puentes con otras confesiones, como la anglicana y la ortodoxa. Por otro lado, se preocupó de mejorar la formación del clero, la investigación científica de los católicos y promover la actividad de los misioneros.
Pero la gran aportación del papa León XIII tiene que ver con la cuestión social generada por las revoluciones industriales, y que había sido desatendida por la Iglesia o ante la que se había respondido con argumentos propios de la época del Antiguo Régimen. Algunos eclesiásticos comenzaron, en la segunda mitad del siglo XIX, a interesarse por los asuntos sociales y allanaron el camino para que cambiara la política de la Iglesia en esta materia. En este sentido, destacó el obispo de Maguncia, monseñor Ketteler. Estaba convencido que las soluciones a la cuestión social tenían que partir desde abajo y que el Estado debía, solamente, desempeñar un papel subsidiario. Para ello, impulsó la creación de organizaciones obreras.
Por fin, en 1891 el papa León XIII publicó la encíclica Rerum Novarum. En esta encíclica se trazaron las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, condenando los excesos del capitalismo, pero también la lucha de clases. Defendía la existencia de la propiedad privada y rechazaba el socialismo porque lo consideraba erróneo y materialista La encíclica pretendía que se alcanzase la convivencia social a través de la justicia y la caridad como medios para solucionar los conflictos. El Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Esta idea estaría en el origen del surgimiento de la democracia cristiana. Pero, además, la Iglesia promovió la creación de asociaciones y sindicatos católicos. El movimiento obrero consideró que la encíclica llegaba tarde y acusó a la Iglesia de oportunista, además de tachar de amarillistas a los sindicatos católicos.
Entre 1903 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, la Iglesia Católica estuvo regida por Pío X, que planteó importantes cambios internos, especialmente, en lo relacionado con el derecho canónico. En lo político, se produjo un grave enfrentamiento con la República francesa, rompiéndose relaciones diplomáticas y provocando una ley de separación entre la Iglesia y el Estado en Francia. En esta época, un sector de intelectuales y teólogos demandó que la Iglesia se adaptara más a los nuevos tiempos, pero el papa condenó en 1907 estas opiniones al acusarlas de modernistas.
A pesar del retroceso que sufrió la religión en el siglo XIX y de los vaticinios de muchos pensadores sobre el negro futuro del catolicismo, la Iglesia Católica terminó la centuria encontrando nuevos caminos y adaptándose, en gran medida, a los cambios socioeconómicos y políticos, para afrontar retos en el futuro y seguir ejerciendo una indudable influencia en el mundo.
Entre 1903 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, la Iglesia Católica estuvo regida por Pío X, que planteó importantes cambios internos, especialmente, en lo relacionado con el derecho canónico. En lo político, se produjo un grave enfrentamiento con la República francesa, rompiéndose relaciones diplomáticas y provocando una ley de separación entre la Iglesia y el Estado en Francia. En esta época, un sector de intelectuales y teólogos demandó que la Iglesia se adaptara más a los nuevos tiempos, pero el papa condenó en 1907 estas opiniones al acusarlas de modernistas.
El siglo XX abarcó desde el 1 de enero de 1901 hasta el 31 de diciembre de 2000. Fue un período de grandes cambios y acontecimientos a nivel mundial, marcados por conflictos bélicos, revoluciones, avances científicos y tecnológicos, y movimientos sociales.
Conflictos bélicos: Dos guerras mundiales, la Guerra Fría, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam, entre otros.
Revoluciones: La Revolución Rusa, la Revolución Mexicana, la Revolución China, entre otras.
Avances científicos y tecnológicos:
La creación del automóvil, el avión, la televisión, los antibióticos, la energía nuclear, la informática, entre otros.
Movimientos sociales: El movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el movimiento por la liberación femenina, el movimiento estudiantil de 1968.
El siglo XX fue un período de contrastes, con momentos de gran esplendor y avances, pero también de grandes tragedias y conflictos. Fue un siglo que transformó la sociedad y la tecnología de forma radical y que sentó las bases para el mundo en el que vivimos hoy.
El siglo XX en Europa fue un período de profundos cambios y conflictos, marcado por dos guerras mundiales, el auge y caída del fascismo y el nazismo, la Guerra Fría y la posterior división del continente. Sin embargo, también fue un siglo de progreso económico, desarrollo tecnológico y transformaciones sociales significativas, incluyendo el auge del Estado de bienestar y la difusión de la democracia.
Características clave del siglo XX en Europa:
Dos Guerras Mundiales: La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) devastaron Europa, dejando profundas cicatrices en su economía, sociedad y paisaje político.
Ascenso y Caída de Totalitarismos: El siglo XX vio el ascenso de ideologías totalitarias como el fascismo y el nazismo, que llevaron a la opresión, la guerra y el genocidio.
Guerra Fría: Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó dividida por la Guerra Fría, con un bloque occidental capitalista y un bloque oriental comunista, cada uno alineado con las superpotencias de Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente.
Transformaciones Económicas: Europa occidental experimentó un notable crecimiento económico y desarrollo del Estado de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial, mientras que Europa del Este sufrió las consecuencias del comunismo.
Avances Sociales: El siglo XX también trajo consigo avances sociales importantes, como la emancipación de la mujer, el auge de la cultura modernista y la difusión de la política democrática.
Auge del Consumismo y la Cultura Popular: El siglo XX fue testigo del surgimiento del consumismo y la cultura popular, con la proliferación de la radio, el cine y la televisión como medios de comunicación de masas.
El Movimiento y sistema político comunista, desarrollados desde el siglo XIX, se basa en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. Es una doctrina anarquista que considera imprescindible la desaparición del Estado y de la propiedad privada.
El socialismo es un Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes. Como movimiento político intenta establecer, con diversos matices, el socialismo. Parte de la teoría económica y política del filósofo alemán K. Marx (1818-1883), que desarrolla los principios de igualdad política, social y económica de todos los seres humanos.
Descolonización: El siglo XX también fue el período de la descolonización de África y Asia, con la independencia de muchas colonias europeas.
La caída del Muro de Berlín, que tuvo lugar la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, marcó un punto de inflexión en la historia de Alemania y de Europa, simbolizando el fin de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania. La apertura de fronteras y la posterior caída del muro fueron impulsadas por una serie de factores, incluyendo la presión popular en Alemania Oriental y la política de reformas de Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética.
Contexto:
División de Alemania: Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó dividida en dos estados: la República Federal Alemana (RFA), occidental y democrática, y la República Democrática Alemana (RDA), oriental y bajo influencia soviética.
El Muro de Berlín: Construido en 1961 por la RDA, separaba Berlín Oriental de Berlín Occidental, convirtiéndose en un símbolo de la división del mundo en dos bloques ideológicos y militares.
Presión popular: En la RDA, la creciente insatisfacción con el régimen comunista llevó a numerosas manifestaciones y protestas, así como a un éxodo masivo de ciudadanos hacia la RFA a través de países como Hungría y Checoslovaquia.
En Ásia, la Revolución China, que abarca el periodo de 1911 a 1949, fue un proceso complejo con dos fases principales: la Revolución de 1911, que derrocó al Imperio y estableció la República, y la Revolución Comunista de 1949, que instauró la República Popular China.
Fase 1: La Revolución de 1911 (Revolución Xinhai)
Contexto: Descontento popular con la dinastía Qing, pobreza, y el deseo de modernización ante el imperialismo extranjero.
Desarrollo: Revuelta en Wuchang que desencadenó la secesión de provincias y la proclamación de la República en 1912, con Sun Yat-sen como presidente provisional.
Consecuencias: Fin del Imperio, inicio de la República de China, pero también inestabilidad política, conflictos internos y la aparición de caudillos militares.
Fase 2: La Revolución Comunista de 1949 (Guerra Civil)
Contexto: Conflicto entre el Kuomintang (nacionalistas) y el Partido Comunista de China (PCCh), además de la invasión japonesa.
Desarrollo: Guerra civil entre 1927 y 1949 con una pausa para la lucha contra Japón. El PCCh, liderado por Mao Zedong, logró la victoria y proclamó la República Popular China en 1949.
Consecuencias: Consolidación del poder comunista, establecimiento de la República Popular China, y la huida del gobierno nacionalista a Taiwán.
La Revolución Cultural, fue un movimiento sociopolítico que acaeció en China desde 1966 hasta 1976.Iniciado por Mao Zedong, entonces líder del Partido Comunista Chino, su objetivo declarado era preservar el comunismo chino mediante la eliminación de los restos de elementos capitalistas y tradicionales de la sociedad china, y reimponer el pensamiento de Mao Zedong (conocido fuera de China simplemente como maoísmo) como la ideología dominante dentro del Partido. La Revolución marcó el regreso de Mao a una posición de poder después de los fracasos del Gran Salto Adelante, período durante el cual murieron aproximadamente 30 millones de personas en lo que se conoce como la Gran hambruna china.
El movimiento se inició en mayo de 1966, después de que Mao alegara que elementos burgueses se habían infiltrado en el gobierno y en la sociedad en general, con el objetivo de restaurar el capitalismo. Para eliminar a sus rivales dentro del Partido Comunista de China (PCCh), Mao insistió en que los revisionistas fueran eliminados mediante la lucha de clases violenta. Los jóvenes chinos respondieron al llamado de Mao formando grupos de la Guardia Roja en todo el país. El movimiento se extendió al ejército, a los trabajadores urbanos y al propio liderazgo del Partido Comunista.
En cuanto a la Unión Soviética, ésta dejó de existir oficialmente el 25 de diciembre de 1991, tras la dimisión de Mijaíl Gorbachov como presidente. Este evento marcó el fin de la URSS, que fue reemplazada por un conjunto de quince estados independientes. La disolución se aceleró por una combinación de factores, incluyendo reformas políticas y económicas fallidas, el auge del nacionalismo en las repúblicas y un intento de golpe de estado fallido. Se adoptó de nuevo la ortodoxia cristiana como religión oficial de Rusia y las demás naciones surgidas de la URSS.
Quince nuevas naciones independientes surgieron de las ruinas de la Unión Soviética.
Cambios económicos: Las repúblicas de la URSS se embarcaron en reformas económicas hacia economías de mercado, con resultados diversos.
Desafíos políticos: La transición a la democracia y la estabilidad política fueron difíciles para muchos de los nuevos estados, que enfrentaron conflictos étnicos y luchas por el poder.
La división de Corea fue un suceso histórico que, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría, llevó a la fragmentación de la península de Corea en dos Estados soberanos, Corea del Norte y Corea del Sur, cuya frontera se fijó en el paralelo 38° por un acuerdo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Historia: Por idea del general estadounidense Douglas Mac Arthur, en octubre de 1943 los jefes de Estado de Estados Unidos y la URSS se reunieron en Moscú y acordaron que la URSS declararía la guerra a Japón una vez que hubiera terminado el conflicto bélico en Alemania. Esta decisión venía auspiciada por la creencia de que el Imperio japonés era más vulnerable por el norte, en Manchuria y Corea, que por el sur, en Filipinas, donde estaba ganando las batallas.
El 8 de agosto de 1945 (dos días después del primer bombardeo atómico a Japón en Hiroshima por parte de los EE. UU.), la URSS declaró la guerra a Japón y, al día siguiente, 9 de agosto de 1945, atacó la península de Corea por el norte. Esta decisión alarmó a los Estados Unidos que, tras los bombardeos atómicos sobre Japón (asegurando con ello la pronta rendición japonesa), ya no estaban tan interesados en la entrada de la Unión Soviética en la guerra. El 10 de agosto de 1945 (un día después del segundo bombardeo atómico a Japón en Nagasaki), Estados Unidos envía tropas a Busan, al sur de la península coreana. Corea, por su parte, contaba con una guerrilla de ideología comunista que se enfrentaba a Japón y apoyaba las medidas de la URSS. Las tropas estadounidense también fueron bien recibidas a su desembarco en Busan, al sur.
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