Después de escribir de los conflictos armados en el siglo XX, decir que el conflicto árabe-israelí se refiere a los conflictos armados entre Israel y sus vecinos árabes, en particular en lo referente al conflicto israelí-palestino.
Durante más de quince siglos, el pueblo judío vivió dividido en varios países del mundo (lejos de Israel), especialmente en Europa, en lo que se conoce como la diáspora judía. La convivencia de estos con el resto de europeos no siempre fue fácil, y las persecuciones y pogromos, especialmente en la Europa Oriental a finales del siglo XIX, fueron determinantes para la aparición y auge del sionismo político, que reclamaba un Estado propio para todas las comunidades judías dispersas por el mundo. Los sionistas culturales subrayaban la importancia que tenía convertir a Palestina en un centro para el crecimiento espiritual y cultural del pueblo judío. En la época en la que se fundó el sionismo, Palestina formaba parte del Imperio otomano y estaba habitada por árabes cristianos y musulmanes en su gran mayoría, así como por una pequeña comunidad de judíos religiosos que, aunque minoritaria, tenía una implantación significativa en la ciudad de Jerusalén y en sus alrededores.
En el año 1914, el Imperio otomano decidió entrar en la Primera Guerra Mundial de lado de las potencias centrales y el gobierno británico empezó a ver al movimiento sionista como un posible aliado en una guerra que parecía desarrollarse mal para los aliados. De manera paralela, agentes británicos como T. E. Lawrence alentaron rebeliones árabes contra el dominio otomano en Oriente Próximo bajo la promesa de futuros Estados independientes árabes. Hacia 1917, David Lloyd George y Arthur Balfour, primer ministro y secretario de exteriores respectivamente, buscaban alianzas que pudieran mejorar el curso de la guerra. Se consideró entonces que los judíos podrían ser doblemente útiles, ayudando a sostener el frente oriental y estimulando el esfuerzo bélico estadounidense.
Fue así como se produjo el 2 de noviembre de 1917 la Declaración Balfour, por la que el Reino Unido se declaraba favorable a los planes sionistas de creación de un hogar nacional judío en Palestina. La victoria aliada y el hundimiento del Imperio otomano dejaría al gobierno británico con el control de Palestina en los siguientes treinta años, adoptando la forma oficial de Mandato de la recientemente creada Sociedad de Naciones.
La inmigración judía se canalizaba a través de la Organización Sionista Mundial, cuya figura principal era Jaim Weizmann, y vinculada con la Agencia Judía para Palestina, que ejercía como un gobierno para los judíos de Palestina, comprando tierra y construyendo escuelas, hospitales y asentamientos. La principal figura de la organización hacia la mitad de los años treinta era David Ben Gurión. La filosofía de Ben Gurión y sus colegas era la de construir Sion forjando una nación judía, es decir, asentar las bases para la futura creación de un Estado judío en Palestina. Los árabes no poseían instituciones similares a las que los judíos estaban desarrollando, debido al feudalismo que aún existía y que permitía a los clanes más poderosos dominar a la mayoría de la población, destacando los continuos enfrentamientos entre los Husseinis y Nashashibis.
Palestina estuvo relativamente tranquila entre 1922 y 1928, momento en que se desató la violencia en forma de enfrentamientos entre árabes y judíos y entre los propios árabes en la Barrera Oeste de Jerusalén. En agosto de 1929 estos enfrentamientos se saldaron con la matanza de Hebrón, de Safed y de otras comunidades judías palestinas en 1929.
En febrero de 1931, el primer ministro británico Ramsay MacDonald escribió a Weizmann indicándole que su gobierno no tenía intención de prohibir la inmigración judía, debido principalmente a que la situación en Palestina parecía haberse calmado nuevamente. Sin embargo, esta calma relativa no duraría mucho tiempo: el desarrollo político europeo cambiaría por completo el conflicto árabe-israelí. El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler llegó al poder en Alemania y en marzo ya había asegurado su dictadura.
El incremento del antisemitismo en Alemania y Rumanía hizo que un gran número de judíos se marchara de Europa, teniendo a Palestina como única opción debido a las restricciones migratorias de los Estados Unidos. En 1936, la población judía se había incrementado hasta los 370 483 sobre una población total de 1 336 518. La reacción árabe contra lo que ellos consideraban una transformación desagradable del país fue la Revuelta Árabe, que empezó el 15 de abril de 1936 con el asesinato de un judío cerca de Nablús. La escala de la revuelta dio lugar a un despliegue importante de fuerzas británicas, así como a la simpatía oficial de estas hacia la Haganá, la fuerza defensiva de la Agencia Judía.
La Comisión Real Palestina, bajo mando de Lord Peel, fue encomendada con la labor de investigar las causas subyacentes de los disturbios. Se llegó a la conclusión de que existían en Palestina dos culturas claramente diferenciadas: una árabe de origen asiático y una judía de origen europeo. Considerando que dos culturas tan contrastadas no llegarían a convivir en un solo Estado, Coupland propuso como única solución la partición en dos Estados distintos.
Hacia finales de 1937 los británicos empezaron a abandonar su apoyo a la idea del hogar judío y a la partición del Mandato, puesto que buscaban asegurarse la simpatía árabe en la situación prebélica que preludiaba la Segunda Guerra Mundial. Una nueva declaración, conocida como Libro Blanco, fue patrocinada por Malcolm MacDonald, ministro británico de Colonias, lo que supuso un giro completo de la política británica en Palestina y el fin del compromiso con los judíos iniciado dos décadas antes mediante la Declaración Balfour. El Libro Blanco fue publicado semanas antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y establecía que en el plazo de diez años Palestina se convertiría en un solo Estado independiente gobernado en común por árabes y judíos.
El impedimento por parte de las autoridades británicas de la inmigración judía hacia Palestina (como puso de relieve el caso del barco SS Struma) confirmó la creencia judía de que la protección podía ser alcanzada únicamente mediante la construcción de un Estado donde los judíos pudieran controlar su propio destino, motivo por el cual la Haganá empezó a comprar y a fabricar armas.
En febrero de 1944, el Irgún, dirigido por un joven judío polaco, Menahem Begin, proclamó que los británicos habían traicionado al pueblo judío y declaró la guerra al Mandato. El Lehi había sido creado por otro judío polaco, Abraham Stern, cuyo rencor hacia los británicos hizo que simpatizara con los propios alemanes. El 6 de noviembre de 1944, sus miembros asesinaron a Lord Moyne, el ministro británico en Oriente Próximo. Este hecho provocó la antipatía de Winston Churchill, amigo cercano de Moyne, quien había planeado desarrollar el Estado judío justo después de la guerra.
En aquel tiempo, gran parte de Oriente Próximo estaba bajo control del Reino Unido, que tenía intereses en el Golfo Pérsico y bases aéreas en Irak. De los Estados limítrofes con Palestina, Líbano y Siria habían sido liberados del Mandato francés en 1943 y 1946 respectivamente. Egipto mantenía relaciones importantes con los británicos debido al tratado de 1936, cuyo elemento más importante era la zona del Canal de Suez. Transjordania se independizaría en 1946, pero siguió estrechamente vinculada a Gran Bretaña. En un momento que se iba a demostrar histórico para los árabes palestinos, estos carecían de las necesarias estructuras políticas y de mando, incapaces de copiar la bien organizada estructura política de los judíos con la Agencia Judía. La represión británica de la revuelta de 1936-1939 había causado la muerte, el encarcelamiento o el exilio de la mayor parte de los líderes arabopalestinos, la incautación de importantes cantidades de armas y una sensación general de hastío bélico entre la población civil.
El presidente estadounidense, Harry S. Truman, tenía cierta simpatía por la causa judía pero, en la práctica, Truman solamente dirigió su atención hacia Palestina después de un intento fallido de persuadir al Congreso de que permitiese a un gran número de judíos establecerse en los Estados Unidos. El 31 de agosto de 1946 pidió formalmente al gobierno británico que emitiese 100 000 certificados de inmigración, señalando que «ningún otro problema es tan importante para quienes han conocido los horrores de los campos de concentración». La respuesta británica fue negativa, señalando que en los campos europeos había muchas víctimas de Hitler y que los judíos no debían ponerse a la cabeza de la lista. El tono de la contestación británica mostraba hasta qué punto la actitud británica se había alejado de la simpatía prosionista de 1944, y se abría así el camino para la lucha de los judíos contra los británicos en el mandato de Palestina, cuyo atentado más famoso fue contra el cuartel general británico, alojado en el Hotel Rey David de Jerusalén, que causó 91 muertos y que, a la larga, condujo a los británicos fuera de Palestina y allanó el camino para la creación del Estado judío.
El 29 de noviembre de 1947, tras múltiples disputas diplomáticas, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el Plan de Partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, ni compactos ni homogéneos, divididos en tres respectivas porciones apenas unidas entre sí. El estado judío supondría un 55 % del territorio del Mandato (14 100 km²), incluido el desierto del Néguev, y su población estaría formada por 500 000 judíos y 400 000 árabes palestinos. En ese momento, los judíos solo poseían el 7 % de las tierras de Palestina. El estado árabe palestino tendría el 44 % del territorio del Mandato (11 500 km²) y una minoría de unos 10 000 judíos. Jerusalén y su área circundante, incluida Belén, conformarían un corpus separatum de 700 km² bajo la administración del Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas. Además, este plan preveía la retirada del ejército británico del Mandato antes de agosto de 1948 y la fijación de las fronteras entre los dos Estados y en la propia Jerusalén.
Los judíos aceptaron el Plan propuesto, a pesar de no estar de acuerdo con los términos de un reparto que hacía indefendible y poco viable el territorio asignado, pero los árabes lo rechazaron de plano. El Alto Comité Árabe (el organismo de la dirigencia árabe-palestina) calificó de "absurdos, impracticables e injustos", tanto el reparto como la propuesta federal y, viendo perdido el terreno diplomático, amenazaron con la guerra para defender la Palestina árabe. En cualquier caso, por aquel entonces ya se estaba desarrollando una guerra civil en Palestina que consistió principalmente en ataques terroristas primero y en movimientos militares un tiempo después.
Los distintos ataques terroristas de grupos judíos como el Lehi, el Irgún o la propia Haganá fueron propiciando un éxodo de la población árabe de Palestina a zonas que consideraban más seguras. A mediados de enero de 1948, los ataques de los diversos grupos judíos habían empujado a una quinta parte de la población de Jaffa (unas 15 000 personas) a huir a otros lugares. A finales de enero, se calcula que unos 20 000 árabes palestinos habían abandonado sus hogares en Haifa. El conflicto continuó hasta 1949.
Entre los principales enfrentamientos bélicos del conflicto se incluye la Primera Guerra Árabe-israelí (1948-1949), la Guerra de los Seis Días (1967) y la Segunda Guerra Árabe-israelí (1973). Con fin de estos enfrentamientos surge un conflicto entre Líbano e Israel, debido a numerosas y sangrientas incursiones militares israelíes contra grupos armados palestinos y Hezbolá.
En 1978, Israel ocupó parte del territorio libanés en la operación Litani, asentándose en una franja situada al sur del río del mismo nombre. Más de 1000 civiles murieron en la contienda. Ese mismo año, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó sendas resoluciones en las que instaba a Israel a abandonar los territorios ocupados y creaba una fuerza provisional internacional con el fin de confirmar esa retirada y garantizar el restablecimiento de la paz.
En junio de 1978, las fuerzas israelíes se retiraron del Líbano, exceptuando lo que Israel denominó «zona de seguridad». En esta región, los israelíes han contado con la ayuda de una milicia cristiana libanesa, el Ejército del Sur del Líbano (ESL), al que proporcionan instrucción militar y ayuda económica.
Durante el verano de 1982, Israel puso en marcha nuevamente una gran ofensiva contra el país vecino. En esta ocasión se hizo con el control de Beirut, que fue sitiada y bombardeada durante dos meses, hasta que las fuerzas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) aceptaron salir de la ciudad. La operación militar recibió el nombre de 'Paz para Galilea'.
Las relaciones entre las distintas milicias libanesas se han caracterizado a menudo por la rivalidad, lo que ha provocado diversos enfrentamientos armados. La Liga Árabe puso fin a estos ataques con la firma del Acuerdo de Taif en 1989.
Por su parte, el Gobierno libanés decretó el desarme de todos los grupos armados del país, con excepción de Hezbolá, que desmanteló su estructura en Beirut, pero la mantuvo en el sur del Líbano para continuar su conflicto con Israel. Desde 1981, los combates en el sur del Líbano habían involucrado a Hezbolá y a las fuerzas israelíes y del ESL.
El 25 de julio de 1983, tras el asesinato de siete soldados israelíes, Tel Aviv puso en marcha la operación Rendición de Cuentas (la 'guerra de los Siete Días' desde la óptica panarábica), en la que el sur del país sufrió la mayor ofensiva militar. Los combates acabaron al llegar las partes contendientes, con la mediación de Estados Unidos, a un acuerdo por el que se estipulaba que los combatientes de Hezbolá no atacarían el norte de Israel y que los israelíes no atacarían a personas o blancos civiles en el Líbano.
Sin embargo, este acuerdo no acabó con los combates, trasladados a la 'zona de seguridad' y al norte de Israel.
Las hostilidades acabaron con un nuevo acuerdo, con disposiciones relativas a la protección de los civiles. Para supervisar su aplicación se creó un Grupo de Vigilancia formado por Estados Unidos, Francia, Siria, Líbano e Israel.
La tensión entre los dos países se recrudeció por la decisión de los libaneses de hacerse con parte del caudal del agua de uno de los afluentes del río Jordán. Israel calificó de «intolerable» la postura y amenazó con el uso de la fuerza para evitarlo.
Desde entonces, el clima de tensión y desencuentro ha sido constante en la zona. Tanto Israel como el Líbano contribuyen a alimentarlo con ocasionales escarceos en territorio enemigo y veladas amenazas contra la integridad del país contendiente.
En resumen, el conflicto israelí-palestino es el conflicto social y armado en curso entre israelíes y palestinos por el control de la región histórica de Palestina, que se remonta a principios del siglo XX. El conflicto, de gran envergadura, se enmarca asimismo dentro del conflicto árabe-israelí.
Con el texto Religión y ciencia, explicamos como surge la religión, en donde distintas deidades de carácter superior, asociados con la astronomía y la naturaleza, con la presencia, según culturas en el tiempo y el espacio del mundo, de una deidad suprema o no. Con estas creencias, surge la religión hebrea, con la necesidad de creer en un Dios único, sus profetas, los ángeles (podrían compararse con las deidades de otras creencias) y con una trascendencia esencial en ese momento que marca las confesiones cristianas y musulmanas porque se apoyan en textos donde se expresan normas de conducta y relaciones humanas y unas leyes que definen la naturaleza natural de las mismas y atendiendo a sus excesos y transgresiones se acaba infligiendo errores llamados pecados.
Explicábamos que era un pueblo que buscaba un asentamiento propio donde vivir en paz y desarrollarse libremente. Hoy en día la lucha por el territorio y con motivo de las diferencias culturales y religiosas de sus pueblos vecinos, los conflictos se suceden y trascienden cualquier idea política que pueda ayudar a encontrar acuerdos y paz entre los distintos pueblos, para apoyarse en el odio y en cualquier disputa pasada para germinar un conflicto armado que dura ya mucho tiempo y causa ideas encontradas entre las gentes de todo el planeta.
El siglo XX fue un período marcado por conflictos bélicos significativos que transformaron el curso de la historia.Guerras Mundiales: La Primera (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fueron las más devastadoras, con un alto número de muertes y un impacto global.
Guerra Civil Rusa: Otro conflicto importante que tuvo lugar durante este siglo, que también resultó en un gran número de víctimas.
Guerra de los Balcanes: En la década de 1990, este conflicto involucró a varios países de la región y fue un ejemplo de las tensiones étnicas que surgieron tras la desintegración de Yugoslavia.
Impacto Ambiental: Las guerras del siglo XX no solo causaron destrucción humana, sino que también tuvieron un impacto ambiental significativo, alterando el entorno en el que se libraron.
Estos conflictos y la revolución rusa, el enfrentamiento capitalismo-comunismo con la presencia de un término intermedio que se define en el término socialdemocracia ó las políticas democristianas reflejan la complejidad y la brutalidad de los hechos de guerra en el siglo XX, un período que dejó una huella indeleble en la historia de la humanidad.
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